Lento para la ira: La belleza de la paciencia perfecta de Dios
Muchos de los problemas más comunes en la vida cristiana provienen de relacionarse con Dios como si Él fuera como nosotros: como si Su bondad fuera tan leve como la nuestra, Su perdón tan reacio como el nuestro y Su paciencia tan fugaz como la nuestra. Tener impresiones como estas hace que caminemos por la vida cristiana intranquilos, con la inseguridad retumbando como un trueno lejano.
John Owen (1616-1683) incluso afirma: La falta de una consideración debida de Aquel a quien debemos tratar, midiéndolo por la línea de nuestras propias imaginaciones, rebajándolo a nuestros pensamientos y nuestros caminos, es la causa de todos nuestros desconciertos (Works of John Owen, 6:500).
Si fuéramos Dios en el cielo, hace tiempo que nos habríamos impacientado con personas como nosotros. Nuestra ira aumenta rápidamente ante la ofensa personal. Nuestra frustración hierve. Nuestros juicios se disparan fácilmente. Sin la renovación diaria de nuestras mentes, podemos fácilmente medir a Dios «por la línea de nuestras propias imaginaciones», como si Sus pensamientos coincidieran con nuestros pensamientos y Sus caminos con nuestros caminos.
Gracias a Dios, no es así. «Porque como los cielos son más altos que la tierra, así Mis caminos son más altos que sus caminos, y Mis pensamientos más que sus pensamientos» (Is 55:9). Nuestra naturaleza humana no tiene una regla para medir la bondad de Dios; nuestra imaginación natural no puede captar Sus alturas. Su bondad no es como nuestra bondad, Su perdón no es como nuestro perdón y Su paciencia no es como nuestra paciencia.
Fuente: Coalición por el evangelio
